EL REGULADOR DE NUESTRO TIEMPO: SU HISTORIA

El diario El Pueblo del 17 de diciembre de 1899, meses antes de su inauguración, señalaba que “el reloj a instalarse es, según opinión de los peritos en esta clase de obras, el mejor reloj de América del Sur, y ha sido costeado por suscripción popular, sin que haya intervenido para nada el gobierno nacional”.

Años atrás, en setiembre de 1895, el doctor Norberto Bentancur había promovido la idea para que la Iglesia Nueva tuviera un reloj, y designó varias comisiones que comenzaron a trabajar de inmediato con el fin de recaudar fondos.   El citado diario de fines del siglo 19, indicaba que “el progresista cura párroco comisionó al aventajado electricista y relojero don Luis de Amilivia, para que fuese a Europa y lo mandara a fabricar en el mejor taller de relojería que encontrase”.

En la primavera de 1896, Amilivia partió hacia Europa y recorrió varios países hasta encontrar lo más adecuados en función de “las dimensiones de la torre”.

El conjunto de lo pensado y solicitado por Amilivia estaba compuesto por la maquinaria como tal, reguladores computadores eléctricos, esferas y campanas.

En Suiza se construyó la maquinaria en acero y bronce, realizada en tres cuerpos encimados, “Descansando todo el conjunto sobre seis gruesas columnas de hierro fundido”.   El primer cuerpo tiene 67 centímetros de altura por 2.75 metros de largos y 84 centímetros de ancho, con dos grandes cilindros “sabiamente combinados y pulimentados por 90 centímetros de diámetro por 50 centímetros de largo, cilindros que, engendrado con diversas ruedas que comunican movimientos, tiene por objeto sostener y envolver la cadena en la que se encuentra suspendidas las pesas”.   El segundo cuerpo tiene casi las mismas dimensiones que el primero, formado por varias ruedas engendradas y tienen “a su frente dos esferas de 50 centímetros de diámetro correspondiente a cada una de las pesas con sus respectivas agujas”.

El tercer cuerpo que da soporte a la maquinaria, en forma de espiral, “está compuesto de un complicado mecanismo en el que se halla colocado el escape eléctrico y dos grandes carretes imantados, teniendo a su frente y en la parte superior una pequeña esfera que estando en comunicación con las esferas visibles del exterior, sirve para adelantar o atrasar la hora.   De la parte superior de este cuerpo arranca la péndola formada por una varilla de madera, que sostiene en su parte inferior la lenteja de 70 Kilos”.   Todo el mecanismo pesa casi seis mil kilos y mide tres metros “desde su base al vértice del triángulo que forma”.   Las dos pesas que salen de los dos grandes cilindros del primer cuerpo están formadas por varias placas de hierro superpuestas y pesan mil kilos cada una.   Los reguladores son tres, “acompañados de su correspondiente contador eléctrico, siendo el principal de péndelo, compensado de mercurio de ocho líneas y dotado de una fuerza suficiente para mover doscientos contadores por relojes colocados en diversos puntos”.   Las dos esferas diámetro, formadas por arcos de hierro, al igual que los números, colocados sobre un fondo de porcelana blanco “que está compuesto por varias piezas artísticamente unidas”.